La Revolución Científica en el Arte II. Medicina

En la Edad Media los saberes médicos eran muy limitados. De hecho, los médicos profesionales eran escasos. Los barberos eran quienes, además de cortar el pelo, actuaban como médicos ambulantes: sacaban dientes, hacían sangrías y aplicaban remedios curativos a sus clientes. Esto explica que durante este periodo la medicina tuviera muy mala fama entre la población. Podemos observar un ejemplo de estas prácticas en la imagen 1. En ella, un barbero vestido de forma peculiar está extrayendo una piedra de la cabeza de un anciano. Se creía que los problemas psíquicos estaban originados por la presencia de algún elemento en el cerebro, como piedras o lunares, que entorpecían su actividad.

El Bosco, Extracción de la piedra de la locura, 1494, El Prado, Madrid

Imagen 1: El Bosco, Extracción de la piedra de la locura, 1494, El Prado, Madrid

A principios de la Edad Moderna se recuperaron algunos de los textos clásicos, entre los que destacaron los de Galeno, un médico griego del siglo II. La cultura médica del galenismo se fundamentaba en que el cuerpo enfermaba como consecuencia del desequilibrio de los distintos humores generados en su interior -a saber, la sangre, la flema, la bilis negra y la bilis amarilla- y para recobrar dicho equilibrio era necesaria la purificación del cuerpo. Por este motivo se llevaban a cabo sangrías, con las que se pretendía que el cuerpo expulsara las impurezas. Así, el cuerpo del enfermo solo se observaba para comprobar el estado de dichos humores, pero más allá del cerebro, el corazón y el hígado la anatomía humana era totalmente desconocida. Uno de los métodos más usados entre los médicos para deducir el problema del paciente era el análisis de la orina, tal y como se aprecia en la imagen 2.

Imagen 2: Guerrit Dou, El médico, 1653, Kunsthistorisches Museum, Viena.

Imagen 2: Guerrit Dou, El médico, 1653, Kunsthistorisches Museum, Viena

 

No obstante, progresivamente se fueron introduciendo nuevos avances. El médico Andrés Vesalio (1514-1564) corrigió muchas de las afirmaciones de Galeno y otorgó importancia al conocimiento de la anatomía humana con la difusión de su obra De humani corporis fabrica. Willian Harvey (1578-1657) también desmintió algunas creencias galenistas, como la de que la sangre estaba conformada por aire y espíritus, y demostró el funcionamiento de la circulación de la sangre así como el papel del corazón en dicho proceso. Por otro lado, el alquimista Paracelso (1493-1541) definió la enfermedad como un agente independiente, que se puede originar por la influencia de elementos externos. En el ámbito de la cirugía, Ambrosio Paré (1510-1590) realizó grandes aportaciones que se pueden hallar en su trabajo Dix Livres de la Chirugie. Por ejemplo, introdujo las ligaduras de grandes vasos en las amputaciones y fue el primero en tratar sin amputación una fractura abierta, experimentando consigo mismo. Hasta estas contribuciones de Paré cuando se realizaba una amputación -práctica muy difundida ante el desconocimiento de otros remedios- se cauterizaba la herida o bien se intentaba adherir otra pierna. La imagen 3 representa una de estas escenas. Los santos Cosme y Damián eran los patrones de los barberos y los cirujanos, que en este caso se encuentran junto a una persona a la que se le ha amputado la pierna y parece que se le va a poner otra de piel más oscura.

Imagen 3: Ambrosius Francken, Los santos Cosme y Damián, 1590, Koninklijk Museum vor Shone Kunsten, Amberes

Imagen 3: Ambrosius Francken, Los santos Cosme y Damián, 1590, Koninklijk Museum vor Shone Kunsten, Amberes

 

Otros estudiosos, sobre todo humanistas, trataron de entender los factores psicológicos de la enfermedad. Se extiende la idea de que la imaginación o sugestión del paciente podía repercutir en su salud y aparece la opinión de que las brujas no son aliadas del demonio sino enfermas de la psiquis. Además, se intenta hacer por primera vez una clasificación de las enfermedades mentales.

En el siglo XVII se produce un punto de inflexión con la introducción del microscopio en el campo de la medicina gracias a la mejora de las lentes por Galileo Galilei. A partir del uso de este instrumento surgió la corriente del microestructuralismo. Sus integrantes consideraban que todo organismo estaba compuesto por pequeños mecanismos y estructuras con unas características específicas cuya combinación daba como resultado la vida. Uno de sus representantes fue Marcello Malpighi (1628-1694), quien publicó De pulmonibus, obra donde describía la estructura de los pulmones y explicaba el funcionamiento de los vasos capilares. Un poco más tarde, Anton van Leeuwenhoeck (1632-1723), conocido como el padre de la microbiología, fue la primera persona en observar las bacterias y los glóbulos en la sangre.

Todo este interés por el cuerpo humano tuvo su mayor manifestación en los teatros anatómicos, en los que se realizaban disecciones públicas, que permitieron ir conociendo cada vez mejor la composición y funcionamiento del cuerpo humano.

Imagen 4: Bartholomeus Dolendo, Teatro Anatomicum de Leiden, grabado, 1609, Rijks Prentenkabinet, Ámsterdam

Imagen 4: Bartholomeus Dolendo, Teatro Anatomicum de Leiden, grabado, 1609, Rijks Prentenkabinet, Ámsterdam

 

Los artistas del Renacimiento y el Barroco recogieron en sus obras muchas de estas sesiones:

Imagen 5: Johan van Neck, Lección de anatomía de Frederik Ruysch, 1683, Amsterdams Historisch Museum, Ámsterdam

Imagen 5: Johan van Neck, Lección de anatomía de Frederik Ruysch, 1683, Amsterdams Historisch Museum, Ámsterdam

 

Imagen 6: Rembrandt Harmenszoon van Rijn, Lección de anatomía del doctor Jan Deyman, 1656, Rijksmuseum, Ámsterdam

Imagen 6: Rembrandt Harmenszoon van Rijn, Lección de anatomía del doctor Jan Deyman, 1656, Rijksmuseum, Ámsterdam

 

Sin embargo, sería un error pensar que a los artistas de la época solo le interesaba captar esta práctica médica. Muchos de ellos asistían a las disecciones para conocer el cuerpo humano y así perfeccionar sus representaciones, pues, por ejemplo, si querían reproducir un cuerpo en movimiento tenían que conocer los músculos, huesos y nervios que intervenían en cada acción. En ciudades como Florencia artistas, médicos y boticarios formaban un mismo gremio y la presencia de los artistas en las disecciones era normal. En 1549 Vesalio declaró: “No me tomo la molestia de preocuparme de los pintores y escultores que se amontonan en mis disecciones ni, pese a sus aires de superioridad, me siento menos importante que ellos”

En este sentido, los artistas del Renacimiento intentaron captar la realidad de la manera más objetiva y fiel posible. Leonardo da Vinci (imagen 7) y Miguel Ángel (imagen 8) son unos claros ejemplos de ello. Ambos participaron en disecciones con el objetivo de estudiar la anatomía humana.

Imagen 7: Leonardo da Vinci, Estudios anatómicos de la cabeza y el hombro, ~ 1509, Royal Library, Castillo de Windsor

Imagen 7: Leonardo da Vinci, Estudios anatómicos de la cabeza y el hombro, ~ 1509, Royal Library, Castillo de Windsor

 

magen 8: Miguel Ángel, Estudio para la figura de Adán, 1511, Tylers Museum, Haarlem

Imagen 8: Miguel Ángel, Estudio para la figura de Adán, 1511, Tylers Museum, Haarlem

 

Si bien, con la asistencia a estas lecciones los artistas también buscaban aprender sobre las marcas y secuelas de las enfermedades para plasmarlas de manera más realista. En la imagen 9, Joos van Cleve representa a un anciano con una gran nariz, relacionada con una rinofima, pero aún no muy desarrollada. Esta enfermedad, conocida desde el siglo XIV, altera la fisiología de la nariz debido a la inflamación de la misma y al engrosamiento de la piel, otorgándole un color rojizo.

Imagen 9: Joos van Cleve, Retrato de anciano, 1528, Museo del Padro, Madrid

Imagen 9: Joos van Cleve, Retrato de anciano, 1528, Museo del Padro, Madrid

 

En el Barroco se acentuó mucho la vejez, las heridas y el sufrimiento provocado por las enfermedades. Para ello se continuaba asistiendo a los teatros, donde se observaba de manera directa el color de la piel enferma, la circulación de la sangre o la rigidez del cuerpo. Las imágenes 10 y 11 muestran este interés por captar la vejez, para ello juegan con las luces, resaltando las arrugas y los pliegues de la piel.

Imagen 10: José de Ribera, Il Spagnoletto, San Andrés, 1630, Museo del Prado, Madrid

Imagen 10: José de Ribera, Il Spagnoletto, San Andrés, 1630, Museo del Prado, Madrid

 

Imagen 11: Rembrandt Harmenszoon van Rijn, La madre del artista, 1639, Kunsthistorisches Museum, Viena

Imagen 11: Rembrandt Harmenszoon van Rijn, La madre del artista, 1639, Kunsthistorisches Museum, Viena

 

Bibliografía:

Hugh Kearney, Orígenes de la ciencia moderna (1500-1700), Ediciones Guadarrama, Madrid, 1970.

Javier Ordoñez, Víctor Navarro y José Manuel Sánchez, Historia de la Ciencia, Espasa Calpe, Madrid, 2005.

Jordi Vigué y Melissa Ricketts, La Medicina en la pintura: el arte médico, Ars Medica, Barcelona, 2007.

Mary Lindemann, Medicina y sociedad en la Europa moderna 1500-1800, Siglo Veintiuno, Madrid, 2001.

René Taton (dir.), Historia General de las Ciencia. Volumen II. La ciencia moderna (de 1450 a 1800), Destino, Barcelona, 1972.

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